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Opinión

Vero Velázquez

Una experta del mundo Running, quien nos dará los mejores tips para correr y llevar un estilo de vida saludable.

Atenas, el auténtico maratón

2015-11-13 | Verónica Velázquez
VERóNICA VELáZQUEZ
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Hace unos días tuve la oportunidad de estar en el poblado de Maratón, un valle a unos 40 kilómetros de Atenas. Según cuenta una de las versiones de la historia griega, en este lugar se llevó a cabo la batalla de Maratón, un enfrentamiento donde el ejército griego venció al ejército persa aun cuando el número de hombres combatiendo eran menos de la mitad que los contrincantes. Esta parte de la historia, parece ser la única en la que los historiadores han estado de acuerdo a través de los siglos, pero el capítulo que da origen a la actual competencia de maratón es la que, al menos para mí no está muy claro.

Al parecer, el culpable de que ahora corramos maratones fue el soldado griego Filípides, que habría corrido de Maratón a Atenas para anunciar la victoria del ejército helénico. Eso, lo escribió un historiador 50 años después de haber ocurrido, si es que ocurrió. Cientos de años más tarde esta versión fue desmentida y un siglo después, nuevamente confirmada. También existe la historia alterna de que Filípides no corrió 40 kilómetros hacia Atenas, sino más de 220, de Atenas a Esparta, en búsqueda de refuerzos. Lo cierto es que ninguno de los cronistas de esta historia estuvo ahí y aun así, sus narraciones y Filípides fueron fuente de inspiración para crear la competencia de 42.195 kilómetros llamada maratón.  

En Grecia, esta carrera emblemática que llaman con orgullo “El auténtico Maratón”, se celebra con el recorrido que se cree que hizo Filípides de Maratón a Atenas.  

El domingo pasado fue la 33a edición, tuve la fortuna de verlo, fue un evento fascinante, con todo el romanticismo y la gloria que le da la historia. La línea de salida es por supuesto en el poblado de Maratón, muy cerca de “El Soros”, el sepulcro sagrado de los griegos caídos en la batalla, que es hoy un hermoso jardín plantado con olivos. El trayecto de los 42.195 kilómetros es difícil, muy difícil: los primeros 10 kilómetros son planos, pero después vienen 21 kilómetros de subida constante que exige a los corredores prudencia y planeación, de lo contrario, pueden perder la batalla antes de tiempo. Es un maratón que no se debe de pelear, pero tampoco se debe de temer, sólo se debe de encarar con inteligencia, para entonces disfrutarlo. La meta es majestuosa, dentro del estadio Panathinaikó, unos de los estadios más antiguos del mundo, el único construido totalmente de mármol y que fue sede de los primeros Juegos Olímpicos modernos en 1896. Es hermoso, imponente, entrar ahí es viajar en el tiempo.

La organización tiene toda la calidez de los griegos, es una celebración en la ciudad, hay música, baile. Salen niños, adultos, abuelos, todos. Hay gritos de ¡BRAVO! y aplausos durante horas, y un regalo único, coronas olímpicas hechas de ramas de laurel como las que se entregaban a deportistas y guerreros de la antigua Grecia. Los corredores llegan a un estadio lleno y el público recibe a cada uno como si fuera el ganador. Una meta épica para una batalla de 42.195 kilómetros.

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