En México, septiembre suele generar una sensación de alerta entre la población. El recuerdo de los sismos ocurridos el 19 de septiembre de 1985 y 2017, así como el temblor registrado en la misma fecha en 2022, ha marcado profundamente la memoria colectiva y alimentado la idea de que este mes concentra los movimientos telúricos más fuertes.
Sin embargo, de acuerdo con expertos de la UNAM y del Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), la percepción popular no coincide con la evidencia científica. No existe ninguna temporada específica para los sismos en México; los registros históricos muestran que los movimientos se distribuyen a lo largo del año sin relación con un mes en particular.

Un miedo con raíces emocionales
El fenómeno social que rodea al mes de septiembre se explica más por la psicología que por la geología. Académicos como Hugo Sánchez Castillo y Ricardo Trujillo Correa señalan que este temor colectivo no aparece en manuales clínicos como el DSM-5, aunque sí puede relacionarse con ansiedad, trauma o estrés postraumático.
Trujillo asegura que “el miedo a los sismos es una emoción natural y adaptativa”, mientras que Sánchez subraya que esta emoción cumple un propósito de supervivencia y solo se vuelve problemática “cuando afecta la vida cotidiana”.
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— Divulgación de la Ciencia, UNAM (@DGDCUNAM) August 12, 2025
Lo que dicen los datos
El CENAPRED ha documentado que meses como abril o junio concentran una mayor cantidad de sismos que septiembre, lo que demuestra que la asociación de este mes con los temblores es más bien una coincidencia histórica reforzada por la memoria social.




