El Zócalo de la Ciudad de México volvió a rugir. Bajo un cielo despejado y una plaza iluminada con luces tricolor, Residente hizo vibrar a 180 mil almas que llenaron hasta el último rincón del corazón de la capital para corear, brincar y gritar en uno de los conciertos más masivos del año. La noche del sábado 6 de septiembre se convirtió en una fiesta de resistencia, identidad y cultura urbana con entrada libre, cortesía del Gobierno de la Ciudad de México.

A las 8 en punto, el exlíder de Calle 13 saltó al escenario con “Baile de los pobres” y desató la locura colectiva. Clara Brugada, Jefa de Gobierno, también se sumó entre la multitud que disfrutó de temas como “Atrévete”, “Muerte en Hawái”, “René” y “Latinoamérica”, esta última interpretada junto a Silvana Estrada, en un momento que se convirtió en himno de hermandad continental.
“Todo mundo merece igualdad de oportunidades... Gracias por estar aquí con toda la energía, los amo México”, dijo el puertorriqueño al despedirse, luego de casi dos horas de concierto en un ambiente que fue tanto festivo como pacífico.

El poder del rap femenino abrió la noche
El arranque estuvo a cargo del colectivo Mujer en Cypher, que encendió el escenario con rimas combativas y beats potentes. Participaron Arianna Puello, Ximbo, Niña Dioz, Prania Esponda, Azuky y Mena, quienes mandaron un mensaje claro: el rap ya no es exclusivo de los hombres.
“Cada alma que está aquí en el Zócalo es especial... vamos a unir energías y hacer algo especial para las mujeres”, dijo Ximbo mientras el público levantaba las manos en señal de apoyo.
Una fiesta familiar… con mensaje
Desde temprano, familias, parejas y grupos de amigos llegaron con pancartas y camisetas del artista. “Estos eventos sirven para convivir más con la familia y ojalá sigan haciendo conciertos así”, comentó Daniel Pineda, fan de Residente desde hace veinte años.

Este concierto gratuito se suma a la política cultural de Clara Brugada, quien ha reiterado que la cultura es un derecho. Y cuando 180 mil personas corean al unísono en el Zócalo, ese derecho se vuelve colectivo, potente y, sobre todo, inolvidable.




