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Opinión

David Faitelson

David Faitelson es dueño de un estilo duro, pero frontal al momento de dar opiniones, que incluso le han traído choques con algunas figuras.

Retroceso y desperdicio...

2019-01-25 | David Faitelson
DAVID FAITELSON
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Un futbolista, como cualquier persona en cualquier rubro de la vida, tiene todo el derecho de perseguir su felicidad. También, si así lo quiere, puede perseguir la excelencia.

La sonrisa plena y abierta de Carlos Salcedo en la fría noche de martes en Monterrey contrastaba con su vacilación al momento de afirmar que el regresar a jugar a México con Tigres “no significa un retroceso en su carrera”. A los 25 años de edad y en plenas condiciones futbolísticas, el exjugador de Chivas y de la Fiorentina decidió aceptar la oferta regiomontana y renunciar a la idea de seguir compitiendo en un futbol de mayores dimensiones al mexicano.

La hipótesis sigue señalando que, para dar el paso de calidad que tanto se le ha negado en su historia, el futbol mexicano requiere enviar la mayor cantidad posible de futbolistas a las Ligas más desarrolladas del mundo. Salcedo tenía un presente y un futuro en el Eintracht de Frankfurt alemán. Regresa a México por motivos, aparentemente personales -a buscar su felicidad-, lo cual es totalmente comprensible, pero lo hace protegido y beneficiado por la salud económica de los clubes del futbol mexicano, capaces de pagar -en muchos casos- en el mismo nivel que lo hacen ciertos equipos europeos. Salcedo ha vuelto a “casa” y de paso a una “zona de confort”, donde el futbolista mexicano suele sentirse seguro, mimado, donde está bien pagado y donde, al mismo tiempo, no pasará del nivel competitivo que nuestra Liga es capaz de ofrecer.

Tigres salió a justificarse enseguida. Miguel Ángel Garza, el presidente del club, dijo que la llegada de Salcedo, además de fortalecer a Tigres, fortalecerá a la Liga -lo cual es verdad- y a la Selección Mexicana -lo cual no es del todo cierto-. Históricamente, el equipo que dirige Ricardo Ferretti se ha caracterizado por gestionar la repatriación de futbolistas mexicanos. Algunos llegaron en el momento donde sus condiciones mermaban en Europa -que no está mal- y otros aún en posibilidades de rendir en un futbol de mayores alcances, lo cual sí parece inapropiado.

La realidad es que el futbolista mexicano que sale a Europa tiene una ventaja -que yo lo veo como problema u obstáculo-. Sabe que si algo sale, si no se adapta en la cancha, si tiene problemas personales o si de plano extraña a la familia, la comida o el clima, siempre estará el bendito futbol mexicano para acogerlo con los brazos abiertos. Esa situación no existe, generalmente, para el jugador sudamericano que tiene que agotar hasta la última gota de sudor y se entrega para mantenerse en una Liga donde le van a pagar el sueldo que no le pagarían jamás en Argentina, Uruguay, Colombia, Ecuador, Chile o Perú. El futbolista mexicano cuenta siempre con la boyante industria de su futbol que, bien o mal, lo rescatará y le dará a entender que jugar aquí no es un retroceso, cuando, evidentemente, lo es.

Entiendo que Salcedo y otros futbolistas tienen todo el derecho de perseguir su felicidad. Es lo más importante de la vida: ser plenos y felices, pero también hay otra condición que el ser humano persigue afanosamente: la excelencia en lo que hace. Jugar en Europa al futbol es un privilegio que solo unos pocos mexicanos en la historia pueden contar. Para ello, hay que tener grandes habilidades físicas, técnicas y sobre todo -antes que nada- una fortaleza mental que no te permita rendirte ante todos los obstáculos que se te interpondrán.

Me quedo con la frase de Hugo Sánchez, del lunes, en el programa Futbol Picante, de ESPN: “Yo también bien tuve problemas personales y tuve que hacerles frente para mantenerme en el sitio que me correspondía”. No todos, claro, tienen la mentalidad de Hugo.

Para mí, lo de Salcedo no sólo es un claro retroceso, también es un desperdicio. Pero si él es feliz...

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