Corría la década de 1950 cuando los trabajos para construir Ciudad Universitaria destaparon más que tierra volcánica. En el Pedregal de San Ángel, los obreros descubrieron objetos metálicos de formas inexplicables y un manuscrito en un idioma desconocido. Aquello no parecía pertenecer a ninguna cultura prehispánica conocida, y menos aún al México moderno.
Rápidamente, el Ejército Mexicano llegó al sitio —hoy conocido como “La Cantera”— y tomó control total. Entre los objetos, aseguran que había una pieza con forma de platillo volador. El hallazgo fue silenciado, la zona clausurada y desde entonces, múltiples áreas de la ahora Reserva Ecológica del Pedregal permanecen restringidas.
Así nació el mito del “Caso Xitle”, una mezcla de arqueología, ovnis y secretos oficiales, sin documentos ni pruebas concluyentes, pero con una narrativa que crece con cada rumor y testimonio.

El periodista que investigó... y murió
Años más tarde, el nombre de Rubén Salazar comenzaría a sonar vinculado al Caso Xitle. De origen méxico-estadounidense, Salazar era un periodista incisivo, reconocido por denunciar injusticias sociales y abusos de poder. Pero no solo eso: también habría obtenido documentos y una fotografía que mostraban el supuesto platillo hallado bajo la UNAM.
¿Cómo consiguió esa información? Nadie lo sabe con certeza. Pero para muchos, “sabía de más” y eso le costó la vida.
El 29 de agosto de 1970, mientras cubría una marcha chicana en Los Ángeles, fue asesinado por un disparo en circunstancias que las autoridades calificaron como “accidente”. Su expediente fue clasificado durante más de cuatro décadas, lo que sólo alimentó las teorías.

¿Encubrimiento o coincidencia?
Aunque no hay pruebas formales que vinculen su muerte con el OVNI enterrado en la UNAM, las coincidencias alimentan la narrativa. ¿Por qué el caso fue sellado? ¿Qué había en esos documentos que nunca salieron a la luz? ¿Fue Rubén Salazar víctima de algo más grande que él?
“Sabía de más”, aseguran quienes creen en la conspiración. Y aunque muchos lo consideran solo una leyenda urbana, el Caso Xitle sigue generando preguntas incómodas que aún no tienen respuesta.





