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Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

André-Pierre Gignac, número 1

2019-08-06 | Luis García
LUIS GARCíA
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Resulta perversamente deliciosa la facilidad que tenemos de decir que alguien es el mejor de la historia; sin importar si la disciplina es deportiva o no, estos burdos debates se establecen con tanta facilidad que dan ganas de vomitar.

Tú, André-Pierre, eres responsable y culpable de violentar el entorno. Tu gol ante los Pumas, en el mítico Estadio de Ciudad Universitaria, convulsionó el ambiente. Ya estaba confuso, pero lo viniste a revolver aún más. Tu anotación número 105 con los Tigres confirmó tu majestuosidad, te consagró y, de paso, detonó la conversación sobre los futbolistas foráneos en nuestra nación.

A nuestro hermoso país han llegado de otras latitudes jugadores de suma alcurnia, brutales personajes que se han encargado de hacernos alucinar, de hacernos llorar, de hacernos gritar, de hacernos vivir, de hacernos sentir, y obligarnos u obligarse a elegir uno de estos artistas extranjeros resulta osado, y sobre todo estúpido. Inclusive, tú hace algunos días, junto a Tomás Boy, fueron simplistas al entablar una deleznable disputa sobre quién era el mejor, cuando ambos son unos titanes.

Estamos más preocupados por una torpe urgencia de comparar, que de disfrutar. Maldita obsesión por intentar igualar épocas cuando resulta imposible equipararlas.

Tú, Gignac, en un lapso sumamente corto te has convertido en ídolo, con todo lo que conlleva. Ser ídolo no es sólo meter muchos goles y goles importantes, se es ídolo cuando se establece una profunda e inexplicable conexión con la gente, con el pueblo, y esa no se busca, no se fuerza, sencillamente se gesta, de tal forma que es un vínculo que nunca se rompe.

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Lo más significativo de tu llegada, la cual fue imprevista, es que fuiste un ente de transformación. Tu arribo a Tigres fue un tremendo parteaguas, en la actualidad, y mucho más cuando pasen los años, se te identificará como un ser que revolucionó la historia de la UANL, sin más, los títulos conquistados antes y después de tu aparición así lo confirman. 

Es más que claro que los triunfos no los conseguiste en exclusiva, tú fuiste medular, en eso no existe discusión, pero fueron múltiples los factores que se ensamblaron para que hoy Tigres sea uno de los grandes del futbol mexicano.

Lo que no se puede obviar es que tu modelo de éxito es y será irrepetible, por más que algunos, caso Monterrey, América y Cruz Azul, busquen emular tu contratación, pasarán siglos y siglos para que se repita, y se obtenga la resonancia en todos los escaños que tú has conseguido.

Tus muestras de afinidad con la afición y la comunidad tigre no son artificiales ni fingidas, emanan de tu esencia y de tu corazón. Defiendes a tu cofradía porque lo sientes, no por ser políticamente correcto; eres todo lo contrario, no eres apócrifo, eres natural, y ese tipo de personajes no se consiguen en botica. Eres un francés mexicano, y eso se agradece. Adoptaste nuestras costumbres, nuestras ideas, nuestras locuras, nuestras manías, nuestras virtudes y nuestras miserias, y las hiciste tuyas y de tu familia sin el menor esfuerzo.

Dejemos de perder el tiempo en encontrarte lugar en el podio de los futbolistas extranjeros que han pisado nuestro suelo, mejor gocemos tu poderío, tu empatía con el gol, tu linda ferocidad, tu cercanía con el ganar, tu rebeldía con y sin causa, tu locura, tu castellano con acento francés, tu adaptación y amor por nuestro México. Lo demás, es lo de menos, carajo.


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