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Opinión

Christian Martinoli

Uno de los mejores cronistas deportivos en México, trabaja para TV Azteca y ha colaborado con RÉCORD desde 2010.

Centella

2016-09-22 | Christian Martinoli
CHRISTIAN MARTINOLI
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Marcaba 10.70 en los 100 metros y eran 11 segundos cuando conducía una pelota. Con espacio abierto, tiraba el balón largo y era imparable, irreprimible. Una bestia de la velocidad que en su país fue comparado con Carl Lewis, y al que también llegaron a apodar “El hijo del viento”. 

En el pueblo de Henderson, le decían Claudio Raúl, según afirmaban los lugareños; sin embargo, cuando llegó a Buenos Aires, sus papeles tenían un sesgo en el segundo nombre y el lápiz no dio el último toque hacia abajo que hace que una “P” termine siendo una “R”, por ende la tilde tampoco estaba y de Raúl pasó a ser Paul.  Del tema no le gusta hablar y lo evita. Nadie oficialmente lo ha comprobado, pero cuando alguien calla abiertamente otorga beneficios para dudar. No obstante, es lo de menos, porque llamarte Claudio Paul o Claudio Raúl son denominaciones más cercanas para ser galán de telenovela venezolana que de crack futbolístico.  

Pero el rubio de nula prolijidad y desgarbada presencia llevaba meses seduciendo a los buscadores de talento de River Plate, el adinerado club capitalino que vive en barrio fino y gusta de jugadores con buen pie. Hugo, el padre, hombre de campo curtido al sol, retuvo a su hijo dos años y cuando éste cumplió 15 sintió que debía dejarlo volar por un sueño de futbol y gloria ante la insistencia del cuadro porteño para ficharlo. 

Para 1982, el menor de los Caniggia, el chico que corría libre y bronco por la pampa, viajó 411 kilómetros rumbo al este, abandonando su tierra de 9 mil habitantes para adentrarse en el monstruo de 10 millones de la capital federal y su conurbado. 

Él era un gringo clásico (así se le dice a la gente del campo con orígenes europeos), aterrizado en el ostentoso norte de la ciudad más grande del país; difícil sería sacarse la timidez y el estereotipo; por ello, la única manera para ser valorado por la jauría citadina era sobresaliendo con la pelota en los pies.  Claudio no tardó mucho en sorprender a todos con su celeridad, el asunto era que no sólo corría, sino que podía controlar magistralmente la bola sin sacrificar tiempo o zancada. Su cabello sirgo lucía tremendo cuando irrumpía la densidad del aire, una vez encarrerado únicamente una falta o la línea de meta podrían detener al potro desbocado. 

El primer equipo preparaba pretemporada y Héctor ‘Bambino’ Veira, técnico millonario en aquella época, le contó a El Gráfico cómo descubrió a Claudio.  “Un día, charlando con Pedernera, que era el coordinador de juveniles de River, le comenté que necesitaba un pibe para reemplazar a Amuchástegui. Me dijo: ‘Vení a ver a un chico de la Sexta, que es muy bueno’. Media hora me alcanzó y le pedí que me lo mandara a practicar con nosotros. A mis amigos del café les conté: ‘Estamos preparando a un jugador que van a ver en Mar del Plata, es el hijo del vieeeeento, rapidísimo, pero con habilidad ¡eh!’. Ése era Cani”.

Caniggia, en sus primeros años, tenía poco gol, pero un desequilibrio mortal. Patentó las diagonales retrasadas para asistir compañeros que llegaran de frente al portero y obnubilaba a los marcadores de punta con su serpenteante enganche en corto para después salir en largo. 

Su show vertiginoso hizo que con pocos partidos en Primera, Bilardo lo viera como el reemplazante de Valdano, así como el acompañante de Burruchaga y Maradona. 

Con 21 años fue vendido al Verona, pero en el Atalanta logró irrumpir en la compleja Serie A. El estigma de equipo chico por parte del cuadro de Bérgamo y el jugar al contragolpe hicieron de Claudio Paul, una estrella en el firmamento del torneo más competido del mundo.

Todos sabían que Atalanta tenía más chances de perder los partidos que de ganarlos, pero muchos gozaban con la forma en la que Caniggia, desmantelaba en campo abierto incluso a jugadores con solera de sobra en el Calcio italiano. 

Para Italia 90, Bilardo sacó del retiro a Valdano y en el momento cumbre lo terminó cepillando de la convocatoria final, colocando a Balbo. Incluso, las dudas inundaban aún más al Doctor, que tampoco tenía en mente al rubio nacido en Henderson, ya que le convencía más Gustavo Dezotti, otro atacante que también jugaba al contraataque con el Cremenose. 

Maradona dueño del vestuario se acercó al técnico y como recordó para El Gráfico, le soltó esta amenaza. “Bilardo, en el 90, no llevaba a Caniggia. Yo lo paré y le dije: ‘Entonces borrá a dos’, El Narigón no entendía: ‘¿Cómo?’ (hace el gesto de ajustarse la corbata). ‘Borrá a dos: Maradona y Caniggia’, le pedí: ‘Ah, no, no, pará, pará’”, le terminó cerrando el DT que presionado por la figura lo llevó al extremo, pero no lo utilizó como titular en el debut ante Camerún.

Argentina en el Mundial 90 pasó de milagro a los Octavos de Final. Ahí se enfrentaría a Brasil que venía impecable en fondo, pero no en forma. Sin embargo en Turín, uno de los infiernos particulares de Maradona, por su historia ‘caciquesca’ con el Napoli, la albiceleste se encontró con una versión fulgurante del Scratch.

Dunga la puso al palo, Careca metió un centro y Goycochea, que la quiso desviar, casi la clava en su arco colocándola dramáticamente en el poste; después Alemao reventó la escuadra. Brasil era fiesta, carnaval, su futbol desopilante encantaba a la grada, pero en lugar de ir 4 a 0 ganando seguía empatando sin anotaciones. “Bilardo en el vestuario al descanso sólo nos dijo: ‘lo único que les pido por favor, es que tratemos de no darle la pelota a los de amarillo’”, recordó en TyC Sports.

Demasiada vida le dieron a un equipo de Maradona, que estando en campo en cualquier instante podía romper quinielas... y así fue. Al minuto 80 como contra Inglaterra en el Azteca, tomó el balón detrás de la línea central y con el tobillo mágico al borde del colapso, avanzó desparramando a Dunga y a Alemao, cuando Ricardo Rocha, junto a Mauro Galvao, Jorginho y Ricardo Gomes, lo encimaron afuera del área, Caniggia, picó a la izquierda y Diego le puso la pelota entre las piernas de Ricardo Rocha habilitando sólo contra Taffarel, al blondo atacante argentino. 

“Yo busqué el hueco y Diego que veía todo, me pasó la pelota de manera increíble. Pensé entrarle de primera, pero vi que Taffarel, había salido mucho y entonces decidí ir hacia afuera, no me iba a alcanzar, todo eso se piensa en menos de un segundo. Fue el gol más importante de mi vida pero lo celebré poco porque faltaban 10 minutos y que tal si nos empataban o nos daban la vuelta”, se ríe. 

Sebastiao Lazaroni, entrenador brasileño, desesperado mandó a Silas y Renato Gaucho al terreno, dejando en banca a Tita y a los jóvenes Bebeto y Romario. No hubo caso, gritos despavoridos de dolor salían de los micrófonos brasileños, indicando “Injusticia, Injusticia”, mientras los argentinos celebraban. Años después se supo que Bilardo, mandó poner fármacos en el agua que los brasileños tomaron en el segundo tiempo. “Nosotros ganamos bien, yo jamás supe lo del agua, si nos dieron un baile tremendo, ganamos porque la metimos y ellos no, no por el agua”, aseguró Claudio, que contra Italia en semifinales tocó el cielo quitando el invicto a Zenga y cayó al inframundo, al meter una mano ridícula en la media cancha que le costó no jugar la final por acumulación de tarjetas. 

“Lo único que me faltó fue ganar un Mundial y ese momento jamás podré olvidarlo, me perdí una final por una estupidez”. 

Caniggia, jugó el Mundial 94 que terminó con la tragedia por la exclusión de Maradona. “Estábamos para campeón” dijo varias veces. En el 98 junto a Redondo se quedó fuera por no cortarse el pelo. “Passarella se equivocó conmigo, nunca supo manejar al grupo y fue ridículo dejarnos fuera en nuestro mejor momento”; mientras en el 2002 ya entrado en años fue convocado sorpresivamente. “Bielsa, saca lo mejor de cada jugador, aunque no jugué le agradezco sus enseñanzas y que me haya tomado en cuenta”.

En esa Copa, Caniggia, se convirtió en el primer jugador expulsado de la historia, estando en la banca. “Insulté al árbitro, éramos varios, vino al banco de suplentes y me echó a mí”. 

Mucha polémica generó su llamado a aquel Mundial en detrimento de Javier Saviola. Una anécdota contada por Matías Almeyda, en su libro “Almeyda, alma y vida” lo dice todo. 

“Un día estábamos en la camilla haciendo trabajos de kinesiología con Caniggia para recuperarnos. En cierto momento entra caminando rápido Bielsa y antes de atravesar la puerta de salida detiene su marcha y vuelve sobre sus pasos. Y pregunta: ‘Claudio, ¿le puedo decir algo? Para mí, el mejor jugador que tuvo el futbol argentino después de Maradona, fue usted’ Y palmeándole la espalda le agrega, serio: ‘Pero...¡qué lejos está de ser ese Caniggia!’ Y se fue”. 

A pesar de su calidad y la mejoría de cara a portería que la madurez le entregó nunca pudo estar en una potencia europea, ya que cuando encaminaba su carrera en la Roma, la enfermedad encubierta en tentación, lo hizo claudicar y fue suspendido dos años. “Seguramente el tema de la cocaína fue un grave error mío”.

La vida lo llevó a Boca Juniors, donde se juntó con el 10 nuevamente y juntos hicieron desastres en los rivales y aunque la gloria les fuera esquiva, gozaron de lo lindo y escandalizaron al medio cuando celebrando un gol contra River se dieron un beso en la boca. “Me da asco que besen a mi marido. Seguro a Diego le gusta mi esposo. Rubio, con buen cuerpo”, lanzó con furia la polémica esposa de Caniggia, Mariana Nannis. 

A lo que Maradona respondió: “Claudio es mi amigo, pero si no puede controlar a su mina (mujer), no existe”. Dejó huellas ardientes de sus pasos a mil por hora en Escocia y sólo por dinero cerró todo en Qatar. “Fui por plata, pero sin duda la peor experiencia deportiva de mi vida”, tiró con fuerza para Clarín. 

Su imagen de rockstar representa todo lo contrario de lo que sus allegados comentan de él. A este fumador empedernido lo tienen como un tipo tranquilo, pausado y que le gusta aislarse de las polémicas. Sufrió el suicidio de su madre que por un ataque depresivo se lanzó por un balcón, cuando él ya era figura del futbol mundial. Su padre antes de morir dijo que no conocía a sus nietos porque la esposa de Claudio, jamás quiso que tuvieran relación con ellos.

Medios argentinos del espectáculo afirman que sus problemas de adicción no se han ido y los deportivos siguen rememorando y añorando sus escapadas interminables rumbo a las áreas contrarias. Delirante delantero que supo brillar por su ligereza, agilidad, viveza y calidad técnica. Un jugador de futbol que corría en 10.70 los 100 metros. 

“Hoy no los corro ni con motocicleta”, se ríe ‘El Cani’; ‘El Pájaro’; ‘El hijo del viento’. Claudio Raúl o Claudio Paul, da lo mismo.

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