Con el reciente anuncio de Gabriel Milito como nuevo director técnico del Guadalajara, la atención se centra no solo en su trayectoria como entrenador, sino también en su pasado como protagonista de una de las rivalidades más curiosas del futbol argentino. Junto a su hermano Diego, ídolo de Racing, Gabriel llevó la pasión del Clásico de Avellaneda desde el césped hasta la mesa familiar, marcando una historia única que trascendió los colores de Independiente y Racing.
La casa de los Milito se convirtió en un campo de batalla futbolístico cuando Gabriel y Diego, cada uno con su equipo, dividieron el hogar. Según contó su madre, Mirta Elizari, en TyC, Gabriel eligió Independiente por su abuelo, quien lo llevaba al estadio, mientras Diego optó por Racing, influenciado por un primo. La habitación que compartían era un reflejo de esta división: mitad roja y mitad celeste, un escenario que su padre, hincha de Boca, veía con incredulidad.

El punto álgido de esta rivalidad ocurrió en 2003, en un Clásico de Avellaneda. Gabriel, defendiendo a Independiente, derribó a Diego, de Racing, tomándolo de la camiseta, lo que le valió una amonestación. A pesar de ser hermanos, Diego exigió una tarjeta roja para Gabriel. “No podía creer que pidiera que echaran a su hermano”, relató Mirta, sorprendida por la intensidad de un duelo que no respetaba lazos familiares.
La discusión no quedó en la cancha. Esa misma noche, en una cena en casa de sus padres, los hermanos continuaron el enfrentamiento con reproches. La tensión fue tal que su padre tuvo que intervenir para calmar los ánimos, convirtiendo la velada en una extensión del clásico. Este episodio es solo una muestra de cómo el futbol vivía en cada rincón de la familia Milito.
Entre 2000 y 2004, Gabriel y Diego se enfrentaron en tres Clásicos de Avellaneda, con dos victorias para Independiente y un empate. Cada partido era una batalla personal, donde el orgullo de los colores se mezclaba con el lazo fraternal. Estos duelos quedaron grabados en la memoria de los hinchas de ambos clubes, como un testimonio de la pasión desbordada de los Milito.
A pesar de la feroz competencia, la rivalidad nunca rompió el vínculo entre Gabriel y Diego. Ahora, mientras Gabriel asume el reto de dirigir a Chivas, su historia con Diego sigue siendo un recordatorio de cómo el futbol puede transformar las relaciones familiares en un espectáculo de pasión y lealtad, tanto en la cancha como en la mesa del comedor.




