Hay jugadoras que cambian la manera en que se juega y hay jugadoras que cambian la manera en que se mira. Cuando Jenni Hermoso llegó a México, nadie imaginaba que su presencia detonaría algo más profundo que goles y títulos: una transformación emocional, social y deportiva que hoy atraviesa a todo el futbol femenil.
Jenni no vino a descubrir una liga nueva; vino a competir, aportar y elevar el estándar. Desde su llegada, su fichaje dejó de ser solo una noticia internacional para convertirse en un punto de inflexión deportivo. En la cancha respondió como lo hacen las grandes: con resultados. Decenas de goles y asistencias, protagonismo constante en liguillas y campeonatos ganados con Tigres confirmaron que su impacto no se explica por la fama, sino por el futbol. Su paso por la Liga MX Femenil no fue simbólico: fue determinante.
Porque lo que Hermoso encontró en México fue una comunidad que no solo la admiró: la reconoció. La escuchó. La hizo propia. Y lo que México encontró en ella fue una futbolista de otro calibre, capaz de llenar estadios, de marcar diferencias en partidos clave y de demostrar que el talento europeo no solo puede florecer aquí, sino potenciar una liga entera. La llamada “liga exótica” dejó de ser etiqueta para convertirse en escenario de alto nivel.
Tres años después, está claro que Jenni no se equivocó. La Liga MX Femenil supera los 10 millones de espectadores por torneo, juega de manera habitual en estadios de Primera División, crece en infraestructura y se ha convertido en un destino atractivo para futbolistas internacionales. Incluso en asistencia promedio por partido, el futbol femenil mexicano ya compite —y en algunos rubros supera— a ligas europeas con décadas de ventaja estructural. En ese salto cualitativo, la figura de Hermoso funciona como un faro.
Su historia también se cuenta fuera de la cancha. El documental #SeAcabó: Diario de las campeonas, recientemente galardonado con un Emmy Internacional, la muestra desde su dimensión más humana: firme, vulnerable, consciente de su voz y de su responsabilidad. No es solo la campeona del mundo; es la mujer que decidió que ninguna historia del futbol femenil debía volver a contarse en silencio. Su testimonio resuena en España, en México y en cualquier lugar donde una niña patea un balón imaginando un estadio lleno.
Quizá eso sea lo más valioso de Jenni Hermoso: que más allá de sus números, su legado es una invitación. Una invitación a mirar el futbol femenil con la seriedad y la dignidad que merece; a entenderlo no como una alternativa, sino como un espectáculo propio, capaz de convocar, emocionar y transformar industrias.
Cuando llegó, dijeron que venía a retirarse. Hoy sabemos la verdad: vino a elevar una liga y a ensanchar el horizonte de lo posible.
Su paso abrió puertas, encendió conversaciones y sembró referentes. Y aunque algún día vuelva a España o emprenda otro camino, lo que dejó en México no tiene marcha atrás: una liga más fuerte, una afición más consciente y una generación que ya no quiere imitar… quiere superar.
¡Abramos cancha!
