Muere Gramma, la tortuga gigante de Galápagos más longeva del Zoológico de San Diego

Muere Gramma, la tortuga gigante de Galápagos más longeva del Zoológico de San Diego
La tortuga llegó al zoológico entre 1928 y 1931 como parte del primer grupo de ejemplares provenientes de las Islas Galápagos. | AP

Gramma, la tortuga gigante de Galápagos conocida por ser una de las habitantes más queridas y longevas del Zoológico de San Diego, murió a una edad estimada de 141 años, convirtiéndose en una de las especies más longevas registradas en ese recinto. Su muerte se debió a complicaciones óseas relacionadas con su avanzada edad, de acuerdo con el equipo veterinario que supervisó sus cuidados durante sus últimos días.

Gramma, la tortuga gigante de Galápagos, murió a los 141 años en el Zoológico de San Diego./ FB
Gramma, la tortuga gigante de Galápagos, murió a los 141 años en el Zoológico de San Diego./ FB 

 

La tortuga llegó al zoológico entre 1928 y 1931 como parte del primer grupo de ejemplares provenientes de las Islas Galápagos. Desde entonces, se convirtió en una figura icónica para millones de visitantes y una embajadora natural de la conservación. Por su longevidad, la institución la describía como una verdadera testigo del tiempo, capaz de haber vivido más de un siglo de cambios ambientales, sociales y tecnológicos.

Gramma fue acompañada de manera constante por un equipo especializado en reptiles, quienes monitorearon su salud y adaptaron su entorno para proporcionarle bienestar. Sin embargo, en los últimos meses su movilidad se vio afectada debido a “problemas óseos relacionados con su avanzada edad”, lo que obligó al zoológico a retirarla de la vista del público.

La emblemática tortuga, conocida como “la reina del zoológico”, vivió casi un siglo en San Diego./ RS
La emblemática tortuga, conocida como “la reina del zoológico”, vivió casi un siglo en San Diego./ RS 

¿Qué representa su muerte para la conservación de las tortugas gigantes?

La partida de Gramma es significativa no solo por su edad extraordinaria, sino por lo que representa en la historia de la conservación animal. Durante décadas, ayudó a educar a generaciones de visitantes sobre la importancia de proteger a las especies vulnerables y sobre el delicado ecosistema de las Islas Galápagos.

Su presencia era un recordatorio viviente del valor biológico de las tortugas gigantes, una especie que ha enfrentado amenazas como pérdida de hábitat, introducción de depredadores y cambios ambientales. Gracias a ejemplares como Gramma, los programas de conservación lograron visibilizar los riesgos que aún enfrentan estas tortugas en su ambiente natural.

Cuidadores confirmaron que Gramma enfrentaba problemas óseos asociados a su avanzada edad./ FB
Cuidadores confirmaron que Gramma enfrentaba problemas óseos asociados a su avanzada edad./ FB

Los cuidadores del zoológico la describían con cariño como “la reina del zoológico”, un apodo que reflejaba tanto su tamaño imponente como la admiración que generaba entre empleados y visitantes. Su temperamento calmado y su rutina tranquila despertaban la curiosidad de niños y adultos por igual.

Su muerte marca el cierre de un capítulo histórico en el Zoológico de San Diego, donde vivió casi un siglo. No obstante, su legado permanecerá como inspiración para futuros proyectos de preservación y como símbolo del impacto que puede tener un animal en la educación ambiental.

La institución destacó que su vida debe celebrarse como un ejemplo de longevidad, resistencia y conexión con la naturaleza. Gramma demostró, hasta el final, la importancia de proteger a las especies longevas cuyos ciclos de vida abarcan generaciones enteras de seres humanos.

En memoria de Gramma, el zoológico reafirmó su compromiso de continuar trabajando en programas de rescate, reproducción y cuidado de las tortugas gigantes de Galápagos, un esfuerzo al que esta tortuga contribuyó como una de sus figuras más emblemáticas.

Gramma llegó al zoológico entre 1928 y 1931 y se convirtió en un símbolo de conservación./ RS
Gramma llegó al zoológico entre 1928 y 1931 y se convirtió en un símbolo de conservación./ RS