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Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Atlas: Corona

2021-12-14 | LUIS GARCÍA
LUIS GARCÍA
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La pelota en ocasiones es caprichosa y cruel, también tienen sus momentos de lucidez y decide botar en el sentido correcto, el domingo por la noche en el mítico Estadio Jalisco así lo hizo.

Un inmueble con sabor, lleno de recovecos, de memorias, de esos sitios vetustos que guardan fascinantes historias y fantasmas, los últimos fueron mandados al carajo por un grandioso Atlas.

Los atlistas se presentaban en su teatro, en su casa, con un natural temor de repetir la horrible historia de hace 22 años, de no concluir la obra, enfrente tenían a un poderoso León, a un equipo muy bien vinculado con el éxito, con los campeonatos, con brutal experiencia que doblegarlo a veces resulta espinoso siquiera imaginarlo.

Pues bien, el Atlas se la creyó. Desde el partido de Ida manifestaron una valentía, y una bravura digna de cualquier épica película de Hollywood. Tomaron riesgos, muchos, normalmente se comportaban como un equipo sobrio, sólido, acá decidieron ir al abordaje, despeinarse, aspecto que repitieron en su refugio.

Maniatar al León es una labor titánica, poseen recursos humanos de sobra para diversas situaciones, aún así, después de un inicio incierto, terminaron por sofocar al temible oponente.

Le quitaron la pelota y el oxígeno, les cerraron las rutas de escape y se hicieron dueños absolutos del juego. Tú, Rodolfo Cota, volabas de poste a poste, como si fueras Supermán, fuiste la máxima figura de los tuyos, y mandaste un serio mensaje a las huestes de la Selección Nacional, estás para todo.

Aun así el agobio era inclemente, tu gol, Aldo Rocha, le puso rumbo a lo la obra de arte que venían enarbolando; insisto con que la pelota fue justa, tú más que nadie merecías ser quien rotulara la historia, un capitán en toda la regla, más allá de tu pifia en el penal, fuiste el cacique que un grupo con mucha esperanza y talento necesitaba para ceñirse la corona.

Reaccionó el León, cómo no lo iba a hacer, la revuelta vino desde afuera, desde el banquillo, mandaron a la cancha a salvar la grosera situación a dos genios, tú, Luis Montes, y tú, Fernando Navarro, y lo consiguieron, amainaron el vendaval, y volvieron a tirar un par de fieras. amenazas que por poco terminan con la edificación rojinegra.

Tiempos extras, la tensión y ansiedad en aumento, la afición del Atlas no lograba a explotar, existieron momentos de completo silencio, se podía escuchar la respiración contenida, el murmullo de la gente.

Y el León volvió a mostrar por qué es esa entidad poderosa y sabia, con un hombre menos no sufrió ningún embate durante el alargue, es más, la única jugada peligrosa la gestaron los verdes, no la culminaste bien por un mal control Elías Hernández.

Se vinieron los penaltis, los asquerosos penaltis, este doloroso recurso, el último recurso para elegir al conquistador y al conquistado.

La historia la sabemos todos, pero tú, Édgar Zaldívar, dejaste en claro que los tienes del tamaño de King Kong, anda que pedir tirar un penalti después de tu grotesca falla a un centímetro de la línea de gol, manda temperamento, te sobró coraje, y debemos rendirnos ante ti.

Tú, Julio Furch, otro gallardo futbolista que se mandó una descomunal Liguilla y Final, fuiste el encargado de enviar al más allá los 70 años de frustraciones y penurias.

No puedo dejar de mencionarte, Camilo Vargas, el mejor portero que transita hoy en el futbol mexicano, fuiste héroe, te levantaste de un par de yerros en la Liguilla, para gritarnos que eres un crack, que eres una deidad.

El Atlas Campeón, un cuento inimaginable en otras épocas, y que hoy es una lindísima fabula para presumir y contar por los siglos de los siglos.

Debido a la pandemia llevábamos más de dos años sin asistir a los estadios, bendita manera de regresar, ser testigos de primera mano, de un hermoso, justo y poderoso acontecimiento, la nación atlista se convirtió en la número del uno del país.

Yo no tengo ninguna filiación atlista, pero cómo no gozar, cómo no emocionarse, cómo no aplaudir hasta que ardan las manos, una gesta de esta manufactura.

Ganó el mejor, y eso se celebra siempre, no importa quien sea el victorioso. Existen títulos que en solitario cuentan con mayor resonancia y repercusión que un cúmulo de los mismos, el campeonato del Atlas es sin duda una de esas rarezas.

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