Guido Pizarro, en menos de 24 horas, pasó de ser el capitán del equipo a dirigirlo, y en menos de un año de haberse estrenado como técnico ya está en la Final. ¿Tiene el toque de Midas o cómo se logra pasar de ser uno de los once al liderazgo máximo y con tales resultados?
Pareciera que el camino que ha recorrido Pizarro no es muy diferente al de cualquier otro futbolista que, después del retiro, se vuelve entrenador. Sin embargo, hay que destacar que no es común que, de un día a otro, alguien del 'grupo' se vuelva el 'jefe'. En casos como este hay mucho de por medio que puede afectar la transición: egos, relaciones, responsabilidad y transformación interior.
¿Cuál es la clave para llegar a ser este tipo de líder?
A tan solo cuatro años de su debut, el argentino llegó a Tigres, donde gracias a su juego se consolidó rápidamente como titular. En 2017 jugó para el Sevilla FC y un año después regresó a Tigres.
A lo largo de su carrera, el exfutbolista ha mostrado una capacidad de adaptación como pocos: cuando no se logró su transferencia a Italia, cuando tuvo que ponerse los guantes y ser portero suplente o cuando jugó con la nariz fracturada. No es una persona en busca de reflectores; busca lograr el objetivo, disfrutar y alcanzar un equilibrio. Pizarro no se detiene; siempre ha mostrado un carácter que sigue adelante a pesar de los obstáculos.
Como capitán fue construyendo relaciones sólidas con el plantel, especialmente con los jóvenes. Se volvió referencia, no solo por lo futbolístico, también por su manera de ser: auténtica y directa. Se ganó la confianza de todos.
Ahora, como DT, ese mismo sello alimenta un liderazgo que se enfoca en encontrar el equilibrio entre lo técnico y lo emocional, entre lo grupal y lo individual.
La constancia, la disciplina, las relaciones y el respeto lo han llevado a la Final. Su transformación no fue en 24 horas. La decisión de la directiva de Tigres de ponerlo como director técnico no fue de bote pronto: reconocen su trayectoria, liderazgo, preparación e influencia. Esta transición, que parece abrupta, significó redefinir amistades, relaciones y jerarquías para asumir la responsabilidad de un grupo con autoridad sin romper lo ya construido. También implicó una transformación interna para adaptarse a un nuevo rol y volver a validar su liderazgo desde otro lugar.
Hoy Tigres está en la final. Y eso habla de un liderazgo que combina firmeza con cercanía, disciplina con humanidad. Demuestra la confianza del club en él, donde el vínculo emocional no fue un obstáculo; por el contrario, fue una de las claves para que se dieran los resultados.
La apuesta de Tigres por convertir a un jugador experimentado en el técnico fue su mejor jugada. Un líder, además de experiencia, necesita conectar con su equipo, y eso lleva tiempo. Pero Guido ya lo tenía: ya los conocía, ya se había ganado su respeto y su confianza; desde antes ya se había convertido en guía.
El verdadero liderazgo no es un título ni un cargo. Es algo que se va moldeando con lo que la vida pone enfrente: decisiones, aprendizajes, relaciones, errores y valentía para cambiar de rol cuando es el momento.
El camino de Pizarro hacia la dirección técnica es ejemplo —no solo deportivo— de cómo se puede liderar con humanidad, autenticidad y resultados.




