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Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Diego Pablo Simeone, insigne

2019-02-15 | Luis García
LUIS GARCíA
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Acabas de renovar con tu amado Atlético de Madrid hasta el 2022, en una época en donde permanecer en la misma entidad futbolística por algunos años es labor titánica, tú, si concluyes el contrato, habrás pasado 11 años en el saleroso banquillo colchonero.

De tu mano ha venido una revolución deportiva del club impensada, de rumiar decorosas derrotas a festejar sonoros triunfos, tanto en el ámbito local como en latitudes internacionales. Esa brutal evolución deportiva ha venido de la mano de un superlativo ascenso a nivel organización.

La semana pasada tuve el honor de conocer el Wanda Metropolitano y me dio la impresión que en algún momento el inmueble levitará y se irá a la estratosfera, es una edificación imperial, de vanguardia y con tecnología de punta, digna de un equipo que compite bajo los más altos estándares de calidad en todos los estratos. En mi época, hace múltiples, pero múltiples ayeres, las oficinas del club estaban en el Vicente Calderón, y los empleados no rebasaban dos decenas, y ahora que estuve platicando con varios millennials que trabajan en el Atlético, me hablaron de que sólo en el estadio laboran cerca de 250 personas, una cosa de locos, mi 'Aleti' se hizo adulto y en serio, carajo.

Regresando a ti, Diego Simeone, a la distancia, también percibo una grata madurez en tus formas, resulta complejo o impropio diría yo, que te alejes de esa genética ganadora, gritona, exigente, voraz, pero la has matizado, no has perdido un ápice de tu ferocidad en los entrenamientos, en las ruedas de prensa, en los partidos, en todas partes, pero recurres con suma inteligencia a ella, ya no es tan frecuente, eliges tus batallas, tu puesto te lo demanda, y el largo tiempo que llevas en él te lo demanda mucho más. Si uno tiene un jefe que grita siempre, al décimo grito, la reyerta pierde influencia, se vuelve predecible, incluso aburrida, tú lo entendiste, y si bien sigues siendo ese hombre que increpa para que los tuyos expongan su mejor versión, el tiento y tino que tienes para lograrlo es aún mas destacable que tus arengas.

Mi primer recuerdo tuyo fue en la Copa América de 1993, en Ecuador, jugamos la Final, yo no estuve en el partido de grupos porque regresé a España para jugar la última fecha de Liga con el Atlético de Madrid ante el Zaragoza, en ese entonces en Primera División. Pero me tocó enfrentarte en la Final continental, en la que justamente ganaron, me aburrí de escuchar la cantidad y versatilidad de tus gritos durante el partido, tú mandabas con los pies, con tu agresividad, pero también con la boca, fuiste una pesadilla. Tanto que el segundo y definitivo gol con el que Argentina nos ganó salió de tus manos, sí, de tus manos. Todo se generó por un largo pelotazo que se escapó por la banda derecha cerca de nuestra portería, había confusión quién había tocado la pelota antes de salir, Juan de Dios Ramírez Perales, magnífico central nacional, fue por ella, pero tú sin más le arrebataste el balón, hiciste el saque de banda, se la diste a Gabriel Batitusta, quien fulminó a Jorge Campos, diste una clara muestra de quién eras en la cancha, un general que estaba pendiente de todo y que sacaba ventaja de mínimos detalles.

Años después me volví a topar contigo, ahora fue en un cruce de la Liga Española, tú con el Sevilla, ese grandioso Sevilla de Diego Armando Maradona, de Suker, de Bango, de Paz, de Unzué, de Soler, de Martagón, de Monchú, es decir, un trabuco, les ganamos 3-1, yo metí dos pirulos, y tú, bien, pues tú le gritaste hasta al Diego, cosa que pensé era un sacrilegio, al año siguiente te vengaste, nos ganaron 2-1, y tú metiste los dos pirulos.

Y mi última coincidencia contigo, si se le puede decir así, porque no existió tal, fue cuando llegaste al Atlético de Madrid, fue después del Mundial de EU 1994, el entrenador que arribó fue Francisco Maturana, y yo decidí emigrar a la Real Sociedad, me habría fascinado compartir un vestidor contigo.

Verte vestido de negro en tu zona técnica es una delicia, tú, junto con tu séquito de ayudantes, y por supuesto los jugadores han arrastrado al Atlético de Madrid a un hermoso paraje, lleno de gloria, de éxito, de solidaridad, de generosidad, y lo anterior no solo lo han conseguido mediante rimbombantes victorias que han sido vastas, también las derrotas, sumamente dolorosas algunas han servido para forjar lo que hoy es un poderoso club, que sabe competir, que le gusta competir, y que su lugar es cercano a las estrellas, por lo que estar ahí no ese para cualquiera.

El pueblo colchonero celebramos tu renovación, cuando cuentas con un comandante en jefe con amplias espaldas, claras convicciones, humanidad y hambre de triunfo lo demás resulta más sencillo.

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