Lewis Hamilton atraviesa uno de los periodos más complicados de su carrera reciente, marcado por la dificultad para adaptarse a los monoplazas actuales desde la introducción de la normativa de 2022. El británico, quien en su etapa final con Mercedes llegó a reconocer que nunca terminó de sentirse cómodo con esos autos, fue superado por su entonces compañero George Russell en dos de las tres temporadas previas a su llegada a Ferrari. Con la mente puesta en un nuevo desafío y en la reglamentación de 2026, el siete veces campeón del mundo decidió apostar por la Scuderia para 2025.
Aunque el inicio de su primera temporada vestido de rojo invitó al optimismo, con una pole position y una victoria en el Sprint del Gran Premio de China, los problemas comenzaron a aflorar a partir de Arabia Saudí. Allí, Hamilton habló por primera vez de las dificultades que experimentaba con el SF-25, un mensaje que se repetiría en carreras posteriores. La situación llegó a un punto crítico en Hungría, donde tras una mala clasificación se autodefinió con dureza al afirmar: “soy un inútil”.
Los intentos de recuperación tras el parón de verano parecían encaminar un cierre de año más estable, pero Brasil volvió a evidenciar las complicaciones del británico. Hamilton abandonó la carrera después de dos incidentes, primero con Carlos Sainz en la salida y más tarde con Franco Colapinto, en un fin de semana que dejó más dudas que certezas para Ferrari y su nuevo piloto estrella.
Con ese contexto, el Gran Premio de Las Vegas se presentaba como una nueva oportunidad de reivindicación. Las primeras sesiones de entrenamientos libres mostraron un Ferrari competitivo, lo que llevó a Hamilton a expresar moderadas esperanzas de ser más veloz a partir del sábado. Sin embargo, una vez más, la clasificación volvió a desmentir las previsiones del británico, convirtiéndose en otro episodio frustrante de la temporada.
A las dificultades técnicas se sumaron las condiciones del circuito urbano de Las Vegas, que desde antes del fin de semana ya preocupaba por su falta de agarre. La lluvia complicó aún más el panorama, obligando a los pilotos a buscar diferentes estrategias de neumáticos. Hamilton comenzó con intermedios y posteriormente apostó por gomas de lluvia extrema en su intento por avanzar a la Q2.
Por momentos, el heptacampeón parecía encaminado a meterse entre los diez primeros en el tramo final de la Q1, pero la mejora de sus rivales y un error en su vuelta rápida lo dejaron sin oportunidad de avanzar. “Pensaba que era el más rápido, pero luego veo que quedo el último. Este año es, sin duda, el más difícil”, reconoció con frustración tras bajarse del monoplaza.
El británico explicó además que nunca logró poner los neumáticos en la temperatura adecuada y que se vio afectado por un notable subviraje. También reveló que uno de sus frenos delanteros llegó a cristalizarse, complicando aún más su desempeño. “No ha sido lo suficientemente bueno y no podía meter en temperatura los neumáticos”, añadió visiblemente molesto.
Hamilton cerró su análisis con un mensaje contundente sobre el irregular rendimiento vivido en Las Vegas. “Es muy frustrante porque tras los terceros entrenamientos libres sentía que el coche iba genial y pensaba que iba a ser un gran día, pero ha sido el peor. No podemos ir más a peor que esto”, sentenció. El británico afronta así uno de los desafíos más exigentes de su carrera mientras continúa buscando respuestas dentro de Ferrari.
