París, marzo de 1938. Jarrones de cristal altos, un salón elegante vestido de cortinas pesadas, dirigentes de traje impecable y un niño listo para sacar papelitos ante la mirada solemne de diplomáticos y directivos del futbol mundial. Parece inventado, pero pasó: el destino de la Copa del Mundo de 1938 fue definido por un pequeño de seis años que ni siquiera alcanzaba bien la mesa, pero sí alcanzó a decidir los cruces de un torneo que hoy vive en la memoria como una rareza histórica.
La escena ocurrió en el Salon d’Horloge del Ministerio de Asuntos Exteriores, un lugar concebido para discursos de Estado, no para un sorteo deportivo. Sin embargo, ahí se organizó uno de los episodios más peculiares en la historia del futbol: la definición de las llaves de un Mundial por manos infantiles.
Un Mundial previo a la Segunda Guerra, con clima tenso y formato extinto
El contexto no podía ser más convulso. Era un Mundial pre-Segunda Guerra Mundial, marcado por tensiones políticas, boicots y presiones diplomáticas. Europa vivía bajo la sombra creciente del conflicto armado, con países divididos, alianzas frágiles y una FIFA obligada a navegar aguas turbulentas.

El formato de la época también parece hoy lejano: no existían grupos ni fase de round robin. La Copa del Mundo de 1938 se jugaba con un sistema directo desde Octavos de Final. Llegabas, jugabas y, si perdías, regresabas a casa sin segundas oportunidades. Un esquema que, mezclado con el ambiente internacional, daba al torneo un toque de supervivencia deportiva.
Para colmo, las eliminatorias clasificatorias ni siquiera habían terminado al momento del sorteo. Era marzo y todavía había partidos programados entre marzo y mayo. Así que la FIFA trabajó con lo que tenía: 10 equipos ya clasificados (nueve europeos y uno americano) y 14 plazas aún por definir entre selecciones que seguían en disputa o estaban inscritas en espera de no ser eliminadas. En total, el organismo consideró 24 equipos inscritos o con posibilidades, aunque el cuadro final del Mundial sería para 16.
El sorteo del jarrón en París: dos floreros y un niño elegido por Jules Rimet
El 5 de marzo de 1938, en el salón donde los ministros franceses acostumbraban debatir asuntos de Estado, la FIFA dispuso dos floreros de cristal altos como si fueran urnas sagradas. En uno colocaron a las selecciones consideradas “fuertes” (las cabezas de serie) y en el otro a las “débiles”, con papeles que contenían los nombres ya inscritos y los aún posibles.
Aquí aparece el protagonista inesperado: Yves Rimet, nieto de Jules Rimet, entonces presidente de la FIFA y figura máxima del futbol mundial. Yves tenía apenas seis años cuando fue elegido para sacar las papeletas, alternando entre un florero y otro. De acuerdo con las crónicas, el niño era el encargado de formar los ocho emparejamientos, uno “fuerte” contra uno “débil”.

La ironía histórica es deliciosa: uno de los mundiales más politizados de todos los tiempos quedó definido por un “mini árbitro” que sacaba papelitos entre risas tímidas, rodeado de señores muy serios tomando notas. Como si fuera poco, en ese mismo acto también se sortearon los posibles cruces de Cuartos de Final. Las Semifinales y la Final ya estaban preestablecidas en el formato del torneo, así que el pequeño Yves no tocó esos destinos… pero sí moldeó todo el camino inicial.
¿Qué decidió realmente Yves Rimet?
A diferencia de los sorteos actuales, pequeño Yves no definió grupos, sino los emparejamientos de la primera ronda, equivalentes a los Octavos de final. De sus manos salieron algunas de las llaves más recordadas del torneo: la Selección de Italia, como campeona defensora, se enfrentó a Noruega, mientras que Brasil, como único sudamericano, enfrentó a Polonia.
- Francia 3-1 Bélgica
- Italia 2-1 Noruega (en alargue)
- Brasil 6-5 Polonia (en alargue, partido histórico por su marcador)
- Checoslovaquia 3-0 Países Bajos (en alargue)
- Cuba 3 (2)-(1) 3 Rumania (Cuba avanzó por penales)
- Suecia – Austria (Austria no se presentó debido a la anexión política por parte de Alemania en marzo de 1938)
- Hungría 6-0 Indias Orientales Neerlandesas
- Suiza 1 (4)-(2) 1 Alemania (Suiza avanzó por penales)

Es decir, la mano infantil participó, indirectamente, en originar partidos que siguen apareciendo en libros de historia. Incluso hay quienes sostienen que la ausencia de Austria —tras el Anschluss, la anexión nazi— convirtió aquel sorteo en un documento político involuntario.
De la inocencia a la modernidad
Hoy, los sorteos mundialistas son espectáculos televisados, producciones millonarias con conductores famosos, bolas con sensores, gráficos, cápsulas animadas y audiencias globales. Pero en 1938 no había nada de eso: sólo un salón elegante, dos floreros de cristal y un niño francés sacando papelitos bajo la mirada de su abuelo, Jules Rimet, quien dirigió el futbol mundial entre 1921 y 1954.
En plena antesala de la guerra, la historia del sorteo del Mundial de 1938 no deja de ser una postal extravagante, casi irrepetible: Un Mundial decidido por un niño con papelitos, antes de que existieran bolitas con sensores, shows millonarios y televisión global.





