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Opinión

Ignacio Suárez

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El último grito de gol; la muerte de un barrista

2017-03-17 | Ignacio Suárez
IGNACIO SUáREZ
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Ésta no es una columna, es una crónica. Hoy retomo un relato de hechos verídicos con información privilegiada de quienes lo vivieron más cerca que nadie. Hechos y datos que investigamos, cotejamos en videos y con otras fuentes. Ésta es la historia de la muerte de un joven de 16 años, que dejó detrás una estela de corrupción, componendas, lo mismo de partidos políticos, Policía Federal, dire ctivas de futbol y dirigentes de barras. Una muerte que tiene muchos cómplices, muchos culpables. Una muerte que a cinco años de distancia sigue impune.

Ingreso a la ‘aula’ de la barra
Apenas había podido dormir la noche del viernes. Desde muy temprano se despertó aquel sábado de 7 de enero.

Christian Briones estaba muy emocionado y ansioso. Por fin había convencido a su primo el ‘Rulo’ para que lo integrara y llevara con su banda, ‘los meros meros’ de la barra de ‘La Monu’, de la que era parte desde hacía años. A sus apenas 16 años sería su primera vez con la barra; nadie imaginó que sería la última.

La cita fue en el lugar de siempre, la que había aparecido en la página de La Monumental. Por fin podría conocer en persona al ‘Congo’, al ‘Mandrilio’, a ‘El Oso’, líderes míticos y símbolos de esa barra.

El pequeño Christian reunía el perfil que exigía la barra: era americanista furibundo y estaba listo para cumplir fielmente con el adoctrinamiento; “si estás aquí le tienes que entrar a todo y romperte la madre por la barra o la barra te romperá la madre a ti, y todos viajamos juntos, pero no sabemos si regresamos todos”.

Un patrocinador incómodo: el PRD
El debut de Christian no pudo iniciar mejor. No viajarían en el micro que algún valedor americanista les alquila a cambio de una ‘lanita’, las ‘cheves’, la entrada al estadio y la ‘gas’. No, el viaje a Querétaro sería en autobús. La barra había conseguido un excelente ‘patrocinador’; el senador del PRD, Carlos Navarrete, quien buscó -en ese momento-  la jefatura de gobierno del DF. Tenía un evento ‘masivo’ en el Auditorio Nacional ese mismo día por la mañana y había que llenarlo. Si ellos iban al auditorio a echarle porras al candidato, tendrían los autobuses para viajar a ver a sus Águilas a Querétaro.

Es común que las barras se alquilen como ‘paleros’.  A veces en la mañana con el PRD y  en la noche ‘torcer’ por el PRI o el PAN. “Con que aflojen los camiones y para los pomos cambiamos bandera”, decían.

Las playeras americanistas eran el disfraz perfecto de ‘convicción’ partidista. A las 11:00 horas ingresaron al escenario de Reforma, fueron colocados en la parte alta del auditorio. Ahí, con porras y gritos de apoyo, cumplieron con su ‘trabajo’. Soportaron estoicamente los casi 19 minutos de un infame discurso. Pero eso sí, se ‘chutaron’ a gusto el concierto de Nadia: “Una que está ‘buenona’ y que salió en “La Academia”, dijeron algunos, mientras otros se tomaban fotos.

La ‘visa’ de la Policía Federal
A la 1 de la tarde salieron a la carretera. En Satélite hicieron una escala técnica en el Oxxo, para surtir la ‘panza’ y la garganta. A diferencia de otras ocasiones era temprano y ahora no hubo atraco, cada quien pagó lo suyo. Ya en la autopista hubo una escala obligada: la Policía Federal. La patrulla los detuvo y para dejarlos seguir tuvieron que cooperarse para juntar los 500 pesos que provocan amnesia y así la autoridad olvidara que no traían el permiso correspondiente.

La llegada al Estadio Corregidora fue impactante. Christian no lo conocía. Eran 10 los autobuses en total. Ahí estaban La Monumental, el Ritual del Kaoz, Disturbio, las barras más importantes de las Águilas. Pero la ‘Monu’ es la ‘Monu’, y como era la ‘barra oficial’, era quien partía y ‘repartía el queso’ (los boletos) para todas. Hasta ahí llegó la empleada de prensa del Club América, perfectamente uniformada, y como siempre les entregó los boletos que son de cortesía, pero que los dirigentes de la barra: ‘El Oso’, ‘El Congo’ y ‘El Mandrilio’ revenden. Para los ‘de casa’ los boletos de a 200 ‘varos’, para los del Kaoz y Disturbio de a 270 por ‘piocha’, fue la cuota de aquel día.

Christian corrió, gritó como loco su primer gol como miembro de la ‘Monu’. El gol agónico del ‘Negro’ Medina lo extasió. Lo celebró como si hubiera sido el último de su vida, sin saber que efectivamente lo sería. A la salida del estadio comenzaron los problemas. La policía no los dejaba salir. Las discusiones entre los dirigentes de la ‘Monu’, el Kaoz y Disturbio comenzaron. La injusta repartición de boletos, los precios, hizo que comenzaran los pleitos entre ellos. Tuvo que intervenir la policía rociando gas lacrimógeno para tratar de separarlos.

Por fin se apaciguaron. El juego había terminado hacía dos horas cuando finalmente salieron. La policía se reacomodó y escoltó a los autobuses, una patrulla delante y otra detrás. No notaron que se habían quedado dos de ellos y que varios minutos después, en el anonimato, tomaron la carretera.

La última batalla
En uno de esos autobuses estaba Christian, quien iba eufórico. Sus Águilas habían ganado. En el autobús sobraba alegría, cantos y cervezas… muchas cervezas. Estaban llegando al poblado de ‘El Colorado’ cuando, de pronto, escuchan dos fuertes estruendos. Los cristales caen sobre la cabeza de algunos miembros de la barra. El chofer hace alto total, pero en lugar de seguir su camino y dejarlo en unos cuantos vidrios rotos, todos los barristas bajaron a hacerles frente a los agresores. “Yo pude ver a unas 15 personas con playeras de los Gallos Blancos lanzándonos piedras, haciendo la seña de la ‘RESISTENCIA’ -señal con los dedos que identifica a la porra del Querétaro-, entonces nosotros corrimos a alcanzarlos”, reseña un protagonista de los hechos.

“Fui de los primeros en llegar y vi exactamente cuando dos de mis compañeros alcanzaron a dos de ellos, pero los recibieron con cuchillazos (sic); al primero a un costado del abdomen y a un chavito en la espalda. Un tercer compañero golpeó a uno de ellos, pero el segundo le dio un cuchillazo (sic) en el abdomen; en ese momento yo lo derribé con un golpe y con la mano alcancé a esquivar el cuchillazo (sic), el cual me causó una cortada en la mano izquierda. Varios llegaron y los golpeamos, entonces la gente (tres hombres y una señora) que se encontraban en la casa cercana salió y nos empezaron a gritar y a jalar a los de Querétaro, entonces también nos empezamos a pelear con ellos (la gente que se encontraba en la caseta nunca se metió) hasta que los pudieron jalar y meter a la casa, la cual apedreamos, hasta que alguien gritó: ‘¡Vámonos a los camiones!’”.

“Por la adrenalina, el descontrol, en realidad nunca te das cuenta perfectamente bien de qué es lo que pasa alrededor. Lo único que quieres es subirte primero. Arrancamos y fue cuando se escuchó: ‘¡Está herido el ‘Chícharo’! ¡Está herido el ‘Chícharo’!’. En ese momento se paró el autobús. Hasta ahí fue cuando la mayoría se dio cuenta de que teníamos lesionados. Al chavillo que acuchillaron en la espalda nadie lo buscó en ese momento porque era su primer viaje, nadie lo conocía y entre el desorden pus (sic) nadie se acordó de él”.

 “Apenas avanzamos como 100 metros cuando ya teníamos una patrulla enfrente. Les pedimos ayuda para los lesionados y mandaron traer a los paramédicos, quienes se iban a llevar a los compañeros a los hospitales. En ese momento un policía nos dijo: ‘¡Ya se los llevó la chingada, hay un muertito!’”.

Fue hasta entonces que nos pusimos a buscar a ver si estábamos completos y fue cuando se supo que faltaba el primo de otro compañero y a éste se lo llevó una patrulla para reconocer el cuerpo”.

El ‘Rulo’ se acercó al cuerpo ensangrentado. Sí, era el pequeño Christian, la misma cara, sólo que el rostro de felicidad por el triunfo de su equipo ahora tenía el rictus de la muerte. Fue su debut y despedida como barrista de la ‘Monu’. Ahí quedaron sus sueños de 16 años. La ‘filosofía’ de la barra se volvió profecía para Christian Briones: ‘Todos viajaron juntos, pero no regresaron todos’.

Esto no fue ficción, fue una historia real donde hubo muchos culpables, muchos cómplices, pero ningún castigo. ¿Cuántos ‘Christian’ más se necesitan para que la FMF, los clubes, los partidos políticos, la policía, los padres de familia y la sociedad actúen con honestidad, transparencia y responsabilidad? ¿Necesita nuestro futbol a las barras? ¡Por supuesto que NO! La gran pregunta es: ¿por qué demonios entonces las han dejado vivir? Han pasado más de cinco años desde aquel 7 de enero de 2012. ¡Cinco años! Nada ha pasado. Aquella muerte ya no es noticia. ‘Doña impunidad’ sigue durmiendo tranquila.

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