Por fin alguien lo dijo en serio: el bolillo no es solo un pan, es un símbolo chilango. Ese que está en cada esquina, cada torta, cada memoria colectiva, podría convertirse oficialmente en Patrimonio Gastronómico Vivo de la Ciudad de México.
La propuesta viene de la Universidad Anáhuac México, a través de su Facultad de Turismo y Gastronomía, con un expediente académico y cultural que busca reconocer la relevancia del bolillo más allá del desayuno improvisado o la torta del recreo.
“El bolillo no es solo un alimento: es un símbolo de identidad compartida”, afirmó el Dr. Alberto Peralta de Legarreta, investigador del CICOTUR, quien encabeza el proyecto. Y razón no le falta: este panecillo es tan cotidiano que a veces se nos olvida lo fundamental que es en la dieta, en la economía y en la vida diaria de millones de capitalinos.
De tortas, migas y orgullo chilango
Este pan no discrimina: lo consumen todas las clases sociales, en todos los barrios y de mil formas distintas. Acompaña el café, absorbe caldos, apacigua dolores y sirve como remedio emocional. Está en las tortas de tamal, en las capirotadas, en los budines, en las loncheras escolares, y hasta aparece en la Lengua de Señas Mexicana, con un gesto propio. ¿Qué otro alimento puede decir eso?
Además, el bolillo nunca se desperdicia: cuando se pone duro, se reinventa. Se le da una segunda vida como pan molido, como relleno de guisos o como base de una receta improvisada.
Una respuesta con sabor a identidad
La propuesta se da en medio de polémicas recientes como las declaraciones del chef británico Richard Hart, quien desestimó este pan como “simple” o sin carácter. La respuesta de la academia mexicana ha sido contundente: el bolillo es versátil, simbólico y profundamente nuestro.
Y si la baguette francesa fue nombrada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO… ¿por qué no el bolillo? Tiene historia, ritual, comunidad e identidad. Solo falta el sello oficial.
El expediente ya fue presentado ante la Secretaría de Cultura y la Jefatura de Gobierno. Mientras tanto, millones seguimos poniéndole lo que sea: mole, arroz, tamal o sal con limón.
Porque en la CDMX todo cabe en un bolillo… y el bolillo cabe en el corazón de la ciudad.
