Jordi Alba y Sergio Busquets cerraron este sábado sus carreras profesionales tal como las comenzaron: levantando un título. Inter Miami conquistó la MLS Cup ante los Vancouver Whitecaps en una final cargada de emociones y simbolismo, que significó la despedida oficial de dos referentes históricos del futbol español. La escena fue el broche perfecto para dos trayectorias que dejaron huella en el Barcelona, en la selección española y ahora también en el futbol estadounidense.
A sus 36 y 37 años, respectivamente, Alba y Busquets habían elegido esta fecha como el punto final de una carrera marcada por la competitividad, la elegancia y la cultura del triunfo. Ambos habían anunciado su retiro al finalizar la temporada, lo que convertía la final de la MLS en el escenario que podría convertir su adiós en leyenda… y así fue. El título más importante a nivel doméstico de Estados Unidos se sumó a sus extensas vitrinas, cargadas de éxitos tanto a nivel de clubes como en selecciones nacionales.

La conquista del trofeo tuvo un valor extra dentro del vestuario del Inter Miami. La victoria en la MLS Cup llegó un año después de la dolorosa eliminación en primera ronda de los playoffs, pese a haber terminado como campeones de la fase regular. Ese golpe quedó como una lección para el plantel, que este año decidió convertir la revancha en una misión colectiva. Con cinco victorias contundentes y solo una derrota en la postemporada, el equipo floridano firmó su mejor campaña desde su creación.
Además, la final tuvo un tinte de revancha deportiva: Vancouver había sido el verdugo del Inter Miami en mayo, cuando los canadienses los eliminaron en semifinales de la Copa de Campeones de la Concacaf. Esa herida quedó marcada en la memoria del equipo, que encontró en la MLS Cup el escenario ideal para cobrarse el desquite. El triunfo, en este contexto, tuvo un significado especial para una plantilla que aprendió a disputar finales con carácter.

Gerardo “Tata” Martino fue el primer técnico que confió plenamente en el liderazgo y la jerarquía de los dos españoles en Miami. Alba y Busquets se convirtieron desde el primer día en piezas clave de su proyecto, y esa continuidad se mantuvo tras la llegada de Javier Mascherano, quien asumió el banquillo en el último tramo de la temporada. Ningún entrenador dudó de ellos: siempre fueron titulares y referentes tanto en la cancha como dentro del vestuario.
Busquets, en particular, se consolidó como el cerebro silencioso del equipo. En dos temporadas y media acumuló 116 partidos, con un gol y una función fundamental: sostener el equilibrio entre un ataque explosivo y una defensa notoriamente frágil. Su aporte no se midió en estadísticas, sino en control del ritmo, inteligencia táctica y liderazgo desde la serenidad. Su figura se convirtió en el puente perfecto para unir piezas y potenciar estrellas.

Por su parte, Jordi Alba aportó velocidad, descaro y un instinto ofensivo inalterable pese a los años. Su sociedad con los delanteros fue determinante en partidos claves, recordando aquel sello característico que marcó su carrera: la llegada desde atrás para cambiar el curso de un encuentro. Con Inter Miami encontró un lugar para cerrar su aventura futbolística con libertad, influencia y protagonismo.




