Una bomba que atraviesa la roca, el acero y los secretos del programa nuclear iraní. En medio del tenso conflicto entre Israel e Irán, la atención internacional se ha centrado en un artefacto militar de élite: la GBU-57, también conocida como la “bomba rompebúnkeres”, considerada la única herramienta no nuclear capaz de destruir instalaciones subterráneas como Fordo, el núcleo del programa nuclear iraní.
El arma masiva, desarrollada por Boeing a principios de los 2000, pesa más de 13 toneladas y mide 6.6 metros. Está diseñada para penetrar hasta 61 metros de concreto o roca antes de detonar, utilizando un sofisticado sistema que detecta cavidades abiertas, lo que le permite explotar únicamente cuando alcanza el interior de una base subterránea.

Israel no puede con Irán
Israel, pese a sus ofensivas aéreas que han devastado infraestructura militar y asesinado a altos mandos iraníes, no cuenta con este tipo de armamento. “Persisten muchas dudas sobre la eficacia de los ataques israelíes contra el núcleo central del programa nuclear iraní”, declaró Behnam Ben Taleblu, de la Fundación para la Defensa de las Democracias.
Los únicos aviones capaces de lanzar esta bomba son los B-2 Spirit de EE. UU., que pueden operar desde su territorio o desde bases militares estratégicamente posicionadas en Medio Oriente. Según Masao Dahlgren, del CSIS, “ya se ha hecho antes”.

El uso de esta bomba no solo tendría un alto impacto físico, sino también político. “Una intervención de este tipo tendría un alto coste político para Estados Unidos”, añade Taleblu. En el caso de que EE. UU. decida intervenir directamente en el conflicto, la GBU-57 podría ser la carta más peligrosa sobre la mesa.

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